La ciudad de la Bienal ideal (*)

Maota Soldevilla
Profesora de la Escuela de Artes y Oficios

La solución trivial para seguir vivo, cuando la incertidumbre aprieta, se parece mucho a no vivir: letargo, hibernación, formas resistentes … (Independencia pasiva) La solución no trivial para seguir vivo, cuando la incertidumbre aprieta, combina dos estrategias: la de mejorar la anticipación y la de mejorar la acción. (Independencia activa) Jorge Wagensberg

Como saben el tema de “la ciudad ideal” ha sido el elegido por la Bienal de Valencia como idea central, generatriz sobre la que giran la reflexión y las propuestas artísticas que se presentan en esta II edición. Siempre a la última –como sólo cabe esperar de una Bienal dirigida por un especialista en marketing- el tema de la ciudad, efectivamente está de actualidad y es del todo notorio la necesidad de su discusión y la búsqueda de propuestas que nos permitan afrontar su futuro con optimismo.

Para ser sincera, he de decir que no tengo casi ninguna esperanza puesta en las aportaciones que sobre el tema de la ciudad puedan surgir de la Bienal. En primer lugar, por que cada vez estoy más convencida de que estos grandes eventos culturales montados por los políticos, tienen como único objetivo el apropiarse de la legitimidad de los artistas, para así disfrazar su verdadero ejercicio de poder; juntos y revueltos, artistas y comerciantes del arte conviven en un ritual mediático realizado siempre a mayor gloria del poder político que lo patrocina.

Y en segundo lugar, porque la actualidad del tema contrasta en cambio con la orientación que se le ha dado; la búsqueda del ideal denota el rancio punto de partida del que surge la iniciativa .

Es de todos conocido que la reflexión sobre la ciudad ideal ha sido un tema abordado por la historia de la arquitectura en muchísimas ocasiones, desde la “ciudad celeste” como modelo ideal que propusieron los primeros padres de la Iglesia, hasta llegar a las propuestas del movimiento moderno como por ejemplo la utópica “Usonia” de Wright o la ciudad radiante de Le Corbusier.

La formalización de las distintas ciudades ideales planteadas a lo largo de la historia ha sido muy variada y muchas veces discrepantes. Pero hay algo en lo que coinciden todos estos ejercicios de proyección: todos parten del principio de que el orden en la ciudad se consigue eliminando toda peculiaridad o diferencia, distinta de la ideología del que la determina ¡por supuesto!.

Vendría siendo ya hora que el pensamiento democrático calara en las mentes de nuestros gobernantes y en sus maestros de ceremonias –los diseñadores que les proyectan sus delirios de grandeza- y asumieran que una ciudad por principio no puede presentar esa idea de homogeneización que nos quieren imponer. Hombres iguales no pueden hacer ciudad, lo sabemos desde Aristóteles aunque al poder de turno siempre se le olvide.

Sólo atisbaremos la esperanza de un futuro mejor para nuestras ciudades cuando consigamos que el poder acepte la negociación con las tendencias dinámicas urbanas, en vez de poner su esfuerzo en controlarlas. La ciudad es y será el lugar en donde surjan los conflictos y mediante la negociación entre los ciudadanos se resuelvan. De hecho, sólo l a ciudad que consiga negociar y conciliar las diferentes expectativas urbanas que se generen en ella, será la que logre crear el ámbito propicio donde se realicen con eficacia las funciones de las sociedades urbanas del próximo milenio.

En cambio, la ciudad homogénea, indiferente, indistinta, no tiene futuro, si éste, como esperamos, ha de ser democrático. La experiencia de la historia nos ha dejado bastante claro que toda propuesta que surja del objetivo de formalizar una posible ciudad ideal, no es más que un argumento falaz para convertir el urbanismo en un instrumento para fortalecer la centralización del poder, para imponer su ideología sobre las muchas posibilidades que se despliegan en una ciudad.

Pero afortunadamente la convocatoria de la II Bienal de Valencia, ha servido para movilizar a aquellos a los que el tema de “la ciudad ideal” no nos interesa nada –porque nos parece más de lo mismo- y, en cambio, sí nos interesa la situación de la ciudad real: la Valencia que vivimos. En este contexto de movilizaciones, la asociación Ciutadans per una Cultura Democrática i Participativa (más conocida como ex-Amics de I’IVAM ( www.e-valencia.org ) ha realizado unas jornadas de respuesta a la Bienal de Valencia donde se han debatido los numerosos conflictos urbanos que en la actualidad se producen en la ciudad de Valencia.

La expansión especulativa a costa de la destrucción de la huerta, la innecesaria prolongación de Blasco Ibañez, la absurda ampliación de IVAM, la pesadilla del teatro romano de Sagunto, el proyecto de dar visibilidad a la antigua muralla en el barrio del Carmen, han sido algunos de los conflictos tratados. La verdad es que la realidad de nuestra ciudad configura un crispado entorno social en el que suena a broma oír hablar a la Administración de “ciudades ideales”.

Además, al que le interese la ciudad real, el próximo viernes 13 se inaugurará la VI edición de Cabanyal Portes Obertes. El Cabanyal acoge de nuevo a los artistas para formalizar los sentimientos de permanencia del barrio, un barrio marinero amenazado por la mezquina y obsoleta idea de considerar que la ciudad tiene que estar al servicio del automóvil y de la especulación. Los vecinos, animados por la Plataforma Salvem el Cabanyal, no se achican ante la sistemática política de degradación del barrio y lo ponen de fiesta.

Gadamer escribe que el arte como fiesta es hacer comunidad, rechazar el aislamiento de unos hacia otros. Teatro y actuaciones musicales completan una programación que se desarrolla de jueves a domingo desde el 13 al 22 de junio y que esta año cuenta con dos novedades: imitando la experiencia cubana de los ‘paladares’, podremos degustar la comida elaborada por los vecinos en el comedor de su casa; además los balcones de las casas se pondrán de gala con sábanas procuradas por los vecinos en las que han intervenido los artistas. Arte y fiesta generando ciudadanía de la que estamos tan necesitados en la ciudad real de Valencia.

(*) ¿En qué estaría yo pensando?

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