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Levante EMV
16 Sep, 2005
ÃLVARO DE LOS ÃNGELES – CrÃtico de arte
SerÃan muchas las frases y otros tantos los juegos de palabras que podrÃamos construir para banalizar aún más el muy banal tÃtulo de la inminente III Bienal de Valencia: «Reflexiones de un pez en el mar profundo». Quedan atrás los fastos de la primera edición, la decadencia de charanga y pandereta de la segunda… y algunas cuentas pendientes en ambas. La de este año, con 227 millones de euros de presupuesto oficial, pretendÃa no pagar a los artistas. No al menos a los artistas locales, que debÃan sentirse pagados -se entiende- con su participación en la única muestra del ex-Centre del Carmen y su aparición en el catálogo y demás papelerÃa propagandÃstica. Pero las cosas ya no son como eran. Tal como está la credibilidad del Consell en Educación y Cultura, tomar parte en la desinflada Bienal de Valencia y, en general, en cualquier iniciativa promovida por el escuálido Consorci de Museus no puede generar más que dudas añadidas para los artistas participantes. Unas dudas basadas, sobre todo, en el sentido y la necesidad de continuidad de este aparato bienalÃstico. Pero también asentadas en el comportamiento tozudo y caprichoso de nuestros responsables culturales, a quienes poco les importa suprimir las únicas becas que habÃa de promoción de jóvenes artistas locales (las Art Visual) y mantener sin pudor, en cambio, este evento innecesario que, además, no cuenta con pagarles. ¿Por qué no proponemos que no cobre Settembrini? ¿SeguirÃa pensando, como afirmó en una entrevista previa a la 2ª edición, que Valencia era la Ciudad Ideal? O los dos comisarios de la muestra, Kim y Gautherot ¿acaso ellos trabajarÃan siquiera un dÃa si supieran que no iban a cobrar sus honorarios?
Declaraba Concha Gómez que el tema del agua no debÃa entenderse de manera politizada, que se podrá disfrutar la Bienal sin estar necesariamente de acuerdo con la polÃtica del agua defendida por el Consell al que representa. Sin embargo, para no ser un tema politizado, tal como declaran, les faltó tiempo para incluirlo en lugar de otro. Debemos recordar que al finalizar la anterior edición se anunció que ésta versarÃa sobre el tema de la Mujer, analizado desde múltiples puntos de vista. Tampoco debemos olvidar que tanto Francisco Camps como Rita Barberá han basado el éxito de esta legislatura en dos pilares: la aprobación del nuevo Estatut y la celebración de la Copa del América. Como no debemos olvidar, asimismo, la constancia machacona que el President demuestra -sobre todo en su Canal Nou particular- con el asunto del agua y los polémicos trasvases. Asà pues, bien sea desde la necesidad (regadÃo y consumo humano), bien desde el turiocio (déficit de campos de golf, segundas residencias y regatas para la elite), el tema de la Bienal adolece de demasiados intereses polÃticos. Un excedente de conexiones interesadas y propagandÃsticas.
El problema de la cultura comienza tanto cuando se le pierde el respeto, como cuando se le coloca bajo palio. Los dos extremos son igual de negativos para el natural (y libre) discurrir de sus premisas. Curiosamente, una actitud precede a la otra. No respetar la cultura, por desconocimiento, por desinterés, por arrogancia, conlleva colocarla bajo un palio innecesario (muchas veces raÃdo) que asume sus faltas de igual manera que asienta unos precedentes negativos para su porvenir. Ningún evento de estas caracterÃsticas, ninguna acción promovida desde las instituciones públicas puede analizarse ajeno a la ideologÃa de quien lo promueve. Incluso en el caso, muy extendido durante el reinado de Consuelo Ciscar, de aplicar una pátina progresista sobre el núcleo antidiluviano que sustenta la cultura valenciana.
Perdonen ustedes, sin embargo. Este artÃculo debÃa tratar de la Bienal de las Artes, es decir, de diversas manifestaciones artÃsticas convocadas bajo un magno epÃgrafe, y no de polÃtica. Porque, como ya se sabe y muchos desean, el arte debe ser apolÃtico.
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