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Ferran Bono Levante-EMV-Cultura – Martes 09 de febrero de 2010
SerÃa mucho pedir que la Conselleria de Cultura promoviera alguna iniciativa. Que hiciera algo, además de patalear y manipular, como gusta a su titular, Trinidad Miró. PodrÃa, por ejemplo, proteger sus bienes de interés cultural, como la torre vigÃa de Orpesa o el barrio del Cabanyal. Pero el patrimonio no parece una prioridad, a menos que sea religioso. PodrÃa, al menos, sacar de su lacerante letargo al Museo de Bellas Artes San PÃo de Valencia. La Generalitat se jacta de gestionar la segunda pinacoteca de España y, sin embargo, la deja languidecer con un presupuesto exiguo, un mantenimiento insuficiente y una programación muy poco ambiciosa. Ni siquiera cuenta hoy con un director titular. La notable colección del museo no merece tanta desidia. Tal vez la convocatoria de un concurso internacional ayudarÃa a relanzar el museo tras la adjudicación por parte del Ministerio de Cultura de su quinta fase de ampliación, en la que prevé invertir más de 14 millones de euros.
El Macba y el Museo Nacional Reina SofÃa lo hicieron asà y no les va nada mal. El Macba de Barcelona, por cierto, está dirigido por un antiguo conservador del IVAM, Bartomeu MarÃ, y el Reina, por el castellonense Manuel Borja-Villel. Éste siempre miró como referente al museo valenciano donde empezaron Vicent TodolÃ, director de la Tate Modern de Londres, y otros reconocidos profesionales. La alianza entre la formación y el talento es una condición para alcanzar la excelencia. Y es, además, un paliativo contra las crisis. El actual IVAM, sin embargo, opta por embarcarse en la corriente victimista del PP. Su directora, Consuelo Ciscar, pide más dinero al Gobierno y se calla que la Generalitat es la única responsable del recorte del 30% en su presupuesto y que el Gobierno de Aznar ni daba ayudas directas. Más conveniente serÃa que se planteara las razones del descrédito en que ha caÃdo el IVAM. Y que reflexionara sobre si su contribución personal mediante decenas y decenas de exposiciones que firma como comisaria o cocomisaria sobrevenida y con sus sesudos textos sobre artistas de latitudes y estilos dispares, mejora la situación.
Tampoco mejorar nuestros bajos Ãndices de lectura es una tarea sencilla. Entre otras razones, por el desinterés de la Conselleria de Cultura, como prueba su renuncia a ocho millones de euros para comprar libros destinados a bibliotecas públicas según el plan del Gobierno. No debe extrañar, por tanto, que el Consell rechace también los ordenadores para los estudiantes del Ministerio de Educación.
Asà pues, ni libros ni ordenadores… Ópera, sÃ. Pero es un espectáculo caro que multiplica su coste por el enorme contenedor del Palau de les Arts. Para su construcción (400 millones de euros, 66.000 millones de pesetas) no se requirió financiación a Aznar, que, por cierto, impuso que el Gobierno debe tener poder de decisión en los escenarios que financia o comparte titularidad (casos del Liceo y del Teatro Real). Ahora, Miró, dÃa sà y dÃa no, reclama más dinero al Gobierno. El despilfarro y los serios problemas de gestión del Palau son insoslayables, asà como el éxito de montajes como la tetralogÃa de Wagner y el de su joven orquesta, que suena muy bien. El Ministerio de Cultura se ha comprometido a incrementar la aportación.
Por el contrario, la Generalitat desafina ruidosamente cuando desprecia a las sociedades musicales (40.000 intérpretes de banda y 60.000 alumnos) y les reduce fondos. Las bandas ejercen una función cultural y social encomiable, reconocida internacionalmente. La Federació de Societats Musicals, por ejemplo, coopera con Colombia en un programa para integrar a los jóvenes en un modelo asociativo musical similar al valenciano en poblaciones que se dedicaban al cultivo de la cocaÃna. El Gobierno ha reconocido en sus presupuestos esta afición por la música, un hecho diferencia de la cultura valenciana, junto a la lengua propia, también ignorada por el Consell. Pero ese es otro cantar.
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